Contraguerra // Iñaki

El conflicto social pasó a ocupar el centro del escenario político, descolocando al presidente Álvaro Uribe que se limita a repetir el libreto que tanto éxito le dio en la guerra: los indios, los cañeros, los maestros, los funcionarios y los camioneros, y todo el que protesta y se moviliza, está manipulado por las FARC.

En el Cauca, al sur del país, decenas de miles de indígenas nasa y de otras etnias están en Minga (trabajo colectivo) por la Vida desde el 12 de octubre de 2008 y otros tantos cortadores de caña de azúcar se fueron a paro. Algo está cambiando en Colombia.

Durante los últimos 2 años el gobierno ha conseguido golpear fuerte a la guerrilla, pero la iniciativa política ya no está en el Palacio de Nariño sino en la calle, donde se están rediseñando los modos de hacer política en actividades multitudinarias que no pueden ser acusadas de terrorismo, como quisieran el presidente y sus ministros más cercanos. La tentación de criminalizar la protesta social se convirtió en un duro fracaso para Uribe y las clases oligárquicas, ya que la población comienza a perder el miedo y hasta el movimiento sindical asoma la cabeza.

Colombia es pasión. Colombia es el país más feliz del mundo. Pero si somos sensatos, en un país decente, un candidato presidencial no estaría promocionando su campaña política teniendo citaciones de la interpol por delitos relacionados con la violación de la soberanía de otros países mediante acciones armadas ilegales y de dudoso proceder. En un país decente el presidente no sería el narcotraficante No82 en la lista de los narcotraficantes más buscados del mundo según los estados unidos. Un país decente no sería aquel que tendría el segundo lugar en cuanto a población desplazada por conflictos armados respaldados por su gobierno, el cual tacha a estas personas de migrantes internos siendo el desplazamiento forzado la tragedia humanitaria más desgarradora a la que se puede someter a un ser humano. En un país decente la guerra no sería parte mayoritaria del presupuesto estatal y la educación, la salud y la cultura serian tomadas en serio no relegadas a un lugar sin dignidad. Y en un país decente espacios como el del día de hoy no serian una novedad sino una obligación y un derecho.

Durante la última década en Colombia comienzan a aparecer fuertes denuncias sobre la violación de los derechos humanos que coinciden con 8 años de gobierno ultraderechista paramilitar y legitimo del narcotraficante No. 82 Álvaro Uribe Vélez. Este señor se vio forzado a pasar a retiro a mas de 27 militares en medio de un escándalo que le costó el cargo el comandante del ejército, se comprobó que los militares secuestraban jóvenes de bajos recursos de las periferias urbanas que aparecían como "guerrilleros" muertos en las montañas. Si hay guerrilla es porque hay pobreza, y si hay pobreza es por falta de oportunidades. Y si no hay oportunidades es porque unos pocos las han acaparado para sí. En un país libre la gente tiene la capacidad garantizada por el estado para disponer de sus recursos económicos. Usted puede comprar un auto crear una cuenta de ahorros consumir los bienes y servicios que desee. Pero en un país democrático como este usted también puede reclamar los derechos al trabajo y la vida digna de todos los habitantes por igual como lo dice la constitución vigente. Solo por eso hay algo que no anda bien en Colombia: el eterno conflicto armado.